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Adoraron al dragón, por cuanto había traspasado su poder a la bestia, y adoraron también a la bestia, exclamando:

— ¡No hay nadie como la bestia! ¿Quién se atreverá a pelear contra ella?

Se le permitió a la bestia proferir bravatas y blasfemias, y se le concedió autorización para actuar durante cuarenta y dos meses. Y así lo hizo: profirió blasfemias contra Dios, contra su nombre y su santuario, y contra los que habitan en el cielo.

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